viernes, 24 de febrero de 2012

Le Diable Probablement de Robert Bresson (1977)

La obra de Bresson oscila entre el humanismo religioso de sus obras mayores y el pesado simbolismo que parece devorarse películas como Mouchette o Au Hazard Balthazar. Cuando sus obras son humanas, centradas en esas criaturas de Dios que el filmaba con tanta compasión y belleza como en Pickpocket o Un condamné á mort á est échappé, no dudo en afirmar que Bresson es un autentico genio del arte cinematográfico y que su obra, junto a la de Rohmer, es la más influyente que ha dado el cine francés, muy por encima de Godard o Truffaut, por citar otros dos nombres ilustres.

Le Diable Probablemente es una de sus últimas películas y es también una visión amarga sobre un presente que comenzaba a volverse incomprensible. El personaje principal, el joven Charles, integra un difuso grupo revolucionario católico durante los setenta, cuando aquel mayo del 68 y su revolución juvenil comenzaba a verse como un hecho lejano y banal. Charles se acuesta con algunas chicas de la agrupación, ayuda a un amigo adicto a las drogas, tiene conversaciones con otro que intenta ayudarlo, pero nadie puede quitarle la absoluta insatisfacción que siente hacia la sociedad, hacia las estructuras putrefactas del mundo, y esa repulsión lo lleva a la inmovilidad, a la ausencia total de deseo, al anhelo de muerte. El conflicto es simple y a la vez increíblemente complejo. Bresson elige mirar a su personaje como la víctima de un orden de cosas que su lucidez no puede soportar; los personajes secundarios parecen sufrir su mismo padecimiento y deambulan por las calles como fantasmas, muertos sin conciencia de su condición esperando la hora final en silencio, acongojados. En el filme no hay espacio para el amor ni para la risa, es una película angustiante en tanto el director ya no encuentra ninguna salida, ningún atisbo de esperanza. Le Diable Probablemente trasciende una crítica a los movimientos juveniles o a la política de izquierda, lo que el catolico jansenista Bresson observaba en el mundo es la ausencia de Dios que solo se explica, justamente, con la presencia del Diablo.

La fenomenal escena que transcurre en el colectivo, y en el que un personaje literalmente afirma que quizás la culpa de la decadencia moral del mundo sea de el diablo, probablemente, destaca por su extraña puesta formal, concentrada en captar los vacios de sentido que los hombres observan en el mundo. El Diablo parece ser una respuesta resignada, la única explicación lógica frente a la locura: no puede ser más que una fuerza sobre natural la que hace que el hombre se mate a sí mismo y destruya el planeta en el que vive. No hay que olvidar la sensación de fin de mundo que sobrevolaba al momento de filmar la película, con la Guerra Fría y la constante amenaza de la bomba final y el botón rojo.

Bresson ya no mira con la compasión de Pickpocket, la puesta del filme adolece de rostros y de miradas, se trata de una película concentrada en los pasos, en los intercambios de objetos, en las relaciones materiales, en los símbolos que construimos para encerrarnos y que nos alejan de nuestra condición humana. Le Diable Probablemente es una pelicula sin caras y sin hombres, no hay humanidad posible si no hay Dios y si no hay fe. El monumental talento de Bresson hace que todo tenga un eco bíblico, místico, religioso, y que observemos a sus personajes caminando por Paris como si fueran los hombres y las mujeres que llevan consigo el peso de toda la historia humana. La manera en que el director logra este efecto es algo que excede mis posibilidades.

La escena final, de una fuerza inmensa, captura poéticamente la desazón asfixiante de la película: Le Diable Probablement no es humanista ni simbólica, es un filme poblado de fantasmas, de seres adormecidos por la historia buscando un dejo de vida que los pueda hacer sentir, de nuevo, hombres.

JPS

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