miércoles, 22 de febrero de 2012

Dodsworth de William Wyler (1936)

Según Bazin, Wyler es el mejor narrador de la historia del cine. Tal dictamen puede parecer apresurado pero implica una postura sobre el arte cinematográfico: las películas de Wyler fluyen como un sueño, los tiempos son naturales y siempre justos, no hay cortes bruscos ni exceso de pirotecnia visual, todo en sus películas se apoya sobre grandes actuaciones y una cámara que las observa con un sentido de la ética que asombra. Bazin creía que el cine debía buscar el mote juste flaubertiano y hacer del estilo un término silencioso e invisible, dejando que el espectador viva la ficción como si esta ya hubiera dejado de serlo. Wyler, a pesar de haber dirigido cientos de películas muy disimiles entre sí, era un maestro en el sentido baziniano de la palabra y su toque de autor esta dado justamente por su capacidad para lograr una perfección narrativa que nos hace olvidar su tarea.

Dodsworth posee esa diáfana claridad del primer Hollywood sonoro, pero como en un reverso del mundo de Capra no es el hogar la clave de la felicidad sino, justamente, el horno donde se cocina a fuego lento la resignación y la monotonía burguesa. Dodsworth es un filme engañoso e inteligente en el que la fábrica de sueños utiliza todos sus recursos narrativos (la música, la fenomenal puesta en escena, el poder de sus primeros planos, los escenarios de bella irrealidad) para narrar una pesadilla conyugal. Conocemos, por un lado, a una mujer que ya ha educado a su hija y que luego de 20 años viviendo en un pueblo americano típico desea conocer el mundo, es decir, nuevos hombres. Su marido, el millonario Dodsworth del título, acepta a regañadientes la idea de viajar a Europa y se encuentra allí fuera de contexto, incapaz de conciliar su simpleza americana con la pomposidad de la nobleza parisina. Su esposa tiene aventuras y romances que el deja pasar empeñado en mantener una felicidad imposible, en un retorcido argumento que ubica a la mujer como la adultera y al hombre en la débil posición del que perdona. La película, sin embargo, no condena ni juzga, y aun la esposa es mostrada con cierta compasión, como alguien que no puede aceptar el paso del tiempo, intentando vivir una juventud que nunca tuvo, poseedora de una complejidad emocional que se exhibe en toda su dimensión en lo que creo es el mayor merito del filme.

Pero el truco esta al final. El simplón Dodsworth fue condenado a hacerse preguntas, casi obligado por su mujer a ver mas allá del horizonte de su vida trabajadora estadounidense, y fueron las circunstancias lo que lo llevaron a enamorarse de una dulce divorciada que vive en un paraíso del sur de Italia donde la gente pesca y donde el trabajo duro es una forma de la felicidad. Dodsworth oscilara entre su esposa (imagen del hogar que tiene poder sobre sus decisiones) y esta nueva presencia femenina dulce y devota aunque remota en su mentalidad burguesa.

El drama se va haciendo más tenso a medida que pasa el tiempo, todo en el filme parece estar concentrado y calculado de manera precisa, nada sobra ni falta, la puesta en escena de Wyler es preciosa y los personajes se transforman frente a nuestros ojos de manera conmovedora, a partir de pequeños detalles y gestos que solo el cine, cuando está bien hecho, puede capturar.

Supongo que la película podría tener también una lectura histórico-política. Si Titanic o La Montaña Mágica narran la muerte de Europa, en Dodsworth vemos como el emprendedor americano conquista el viejo continente y es genial la escena en que su nueva pareja presiente su llegada escuchando el motor de una lancha a lo lejos, como si lo que en realidad arribara es Estados Unidos y su poderío industrial y tecnológico. Los nobles europeos, por su parte, no solo están en plena decadencia social y moral a pesar de las innumerables fiestas a la que asisten, sino que también pasan por graves momentos económicos, algo que se demuestra en la gran escena en la que la madre de uno de los pretendientes habla con la señora Dodsworth.

Realizada antes de la Segunda Guerra Mundial, la película lee a la perfección el lento movimiento de las sociedades contando el simple drama de una pareja en descomposición, situación que solo en manos de un gran director puede explicar, también, el mundo.

JPS

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