miércoles, 1 de febrero de 2012

J. Edgar de Clint Eastwood (2012)

Para hacer el retrato de uno de los hombres más admirados de su generación, John Ford tomo un hecho determinado de su vida y lo utilizo para exhibir los intereses éticos, morales y emocionales del personaje, sin necesidad de hacer un repaso de la totalidad de su existencia ni inmiscuirse en su vida privada, condensando la información dramática en una anécdota en la que los valores del héroe se pusieran en juego. El resultado fue Young Mr. Lincoln, una de las películas más bellas que se hayan hecho, de una simpleza y un encanto que pareciera imposible de emular en el cine contemporáneo. El proceso que se narra en Young Mr. Lincoln es la transformación de un abogado larguirucho de Springfield en el mito que con los años seria llamado El Gran Emancipador, a partir de su actuación en un juicio en el que debe que defender a los hijos de una pobre viuda acusados injustamente de homicidio.

Por momentos uno quiere creer que Clint Eastwood es el más fordiano de los directores que siguen en actividad, pero la operación de Eastwood en J. Edgar pareciera ser moderna en el sentido wellesiano de la palabra, utilizando múltiples recursos para construir un fresco completo de su personaje, de su país y de su época. En este sentido, no es absurda la comparación de su nueva película con Citizen Kane aunque en tal comparación J. Edgar se revela como un completo fracaso, ya que donde Welles asume una distancia para regocijarse en el misterio de su personaje, Eastwood se acerca y analiza obscenamente cada detalle de la vida intima del suyo con un fin que a quien escribe le cuesta dilucidar. ¿Hasta qué punto es necesario saber que Hoover era homosexual o que tenía un complejo de Edipo irresuelto con su madre? ¿Era necesario reducir todo a categorías de psicoanálisis? Nada de esto influye en la actividad de Hoover al frente del FBI, la institución parapolicial que define la ambigua relación del gobierno de Estados Unidos con la justicia. Que Hoover haya tenido un romance con su secretario o que se haya acostado con el perro del vecino me deja totalmente indiferente y no aporta nada a la construcción del personaje histórico, cuyo debate central es ético.

Estamos ante un error común en el cine contemporáneo; recuerdo aquel biopic de Ian Curtis en la que este va de cama en cama y en el que rara vez se lo ve tocando una guitarra. Por algún motivo, los directores y guionistas creen de manera absurda que nuestras actitudes e incluso nuestra obra artística o política está determinada por cómo nos llevemos con nuestros padres o con nuestras esposas, una vision errada que es el eje de la pelicula de Eastwood.

Los momentos más interesantes del filme se dan cuando comienza la investigación del caso Lindbergh: el hijo del famoso aviador es secuestrado y Hoover quiere aplicar sus modernas técnicas de investigación para resolver el caso ante la reticencia de sus colegas. En algún momento pensé que ese podría haber sido el eje del filme, que como en Young Mr Lincoln se podría haber construido la identidad y la lógica moral del personaje a partir de esta anecdota. Demasiado tarde. El director prefirió centrarse en la vida privada del personaje público y sobre el final ya no es el director del FBI sino un viejo reprimido y megalómano viviendo bajo la sombra de la madre, que por cierto le dice al niño que va a ser el hombe mas importante de Estados Unidos, en una escena en la que Eastwood vuelve a caer en la idea de la predestinación de manera innecesaria. Todo esto no hace más distraernos de la calidad institucional del FBI, de sus excesos y sus aberraciones, transformando la pelicula en un monumental bluff, un fiasco anti épico.

Como vemos en la televisión constantemente, la distancia entre lo público y lo privado se diluye y hoy nos obligan a juzgar a alguien por su intimidad y no por sus acciones en sociedad. Es tan ilógico como ver a Hitler por la calle y gritarle puto en lugar de recordarle sus millones de muertes. Parece mentira que un hombre con una trayectoria inmensa como Clint Eastwood haya caido en este juego de la obscenidad. Quizas esto reafirme la idea que, más que un director clásico, en sus últimas películas (honrosa excepción para Gran Torino) es un director contemporáneo que utiliza lo clásico como pura forma muerta. Cuestión de época.

JPS

1 comentario:

  1. muy bien dicho EASTWOOD no existe! es un actor de cuarta sobrevalorado por pelotudos de la talla de quintin & cia

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