sábado, 3 de marzo de 2012

Night and Day de Hong Sang Soo (2008)

No sería ridículo comparar a Hong Sang Soo con Haruki Murakami. Es cierto que el escritor japonés introduce en algunas de sus novelas elementos fantásticos y que el cineasta surcoreano apela a un absoluto realismo rohmeriano, pero lo que ambos transmiten es similar: una mirada compasiva y distante sobre los pequeños dramas universales que hacen de las grandes ciudades orientales espejos que reflejan la vida de las urbes occidentales, quizás con esa leve diferencia dada por los miles de años de religión que tienen influencia ya no tanto en las mentalidades sino en los usos y las costumbres. Para ser justo con Hong, cuando Murakami cae en el cliché o en el momento romántico pop, él mantiene ese tono crítico y humanista que lo caracteriza, interesado especialmente en la sexualidad burguesa y sus múltiples manifestaciones neuróticas.

También es imposible no relacionar a Hong con Rohmer: uno nota en la simpleza de la puesta en escena y en la languidez de las tramas ecos claros del realizador francés. De todos modos, si Rohmer observa desde una prudente distancia y opta por un bello impresionismo cinematográfico, Hong parece enfocarse en el deseo y en la represión en su acepcion burguesa, y sus películas bucean sobre el hombre que mira y la mujer que es mirada, esa sustancia invisible que atrae a dos sexos que no quieren ni pueden entenderse.

El argumento de Night and Day es simple y esta presentado de un modo mítico, a través de una placa inicial que nos cuenta que Sung Nam, el personaje principal, es un surcoreano que debe exiliarse en Paris ya que el gobierno de su país lo encontró con marihuana. Huye de la ley, de su esposa y de su hogar y se muda a una pensión de la colectividad coreana en la ciudad francesa, donde la soledad lo llevara a relacionarse con diferentes personas, mujeres principalmente, que abrirán su abanico de deseo y lo llevaran a vivir situaciones impensadas. El Night del título es el otro lado del mundo, su casa, su matrimonio, su estabilidad emocional, su vida en Corea. El Day es la soledad parisina, su apertura mental, su extraña relación con el sexo opuesto. Las chicas coreanas que caminan por las calles de Paris son neuróticas, histéricas, suicidas y, claro, fatalmente bellas.

Night And Day es excesiva en su duración de casi 140 minutos y pierde mucha fuerza con esas escenas oníricas en las que el personaje principal sueña con las mujeres (o, para ser más justos, las imágenes de las mujeres) que lo rodean. Posee a su vez una mirada política difusa sobre la relación entre las dos Coreas, la del sur y la del norte, capitalista y comunista respectivamente. Por momentos parece una película derivativa, errática, que abre puertas sin que le importe cerrarlas. Pero claro, es una película de Hong, y como tal tiene un clima enrarecido muy bien logrado, clima que permanece como la cualidad más entrañable de la película; ni una escena en particular ni una actuación determinada, lo más bello del filme es la manera en que transmite esa hermosa sensación de sentirse extraño, de estar en un lugar sin pertenecer del todo a este, algo que Enrique Vila Matas describe muy bien en sus novelas.

Night and Day parece encontrar su centro en la escena en que Sung Nam y una amiga se paran frente a El Origen del Mundo de Courbet y observan el cuadro, algo obvio en su metáfora pero poderoso en su imagen: el cuerpo de una mujer sin rostro, con su vagina en primer plano, recostada sobre una cama, como si un hombre acabara de tener sexo con ella y hubiera desaparecido. En esa ausencia masculina, no exenta de una poderosa violencia, se esconde la idea de Night and Day: el insondable misterio, la velada forma de terror en que se basa la relación entre hombres y mujeres y que, claro, es el origen del mundo.

JPS

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