martes, 20 de marzo de 2012

Quatre aventures de Reinette et Mirabelle de Eric Rohmer (1987)

Quienes frecuentan este blog conocerán mi obstinada admiración hacia Eric Rohmer, por lo que no deberá sorprender la grata impresión que me dejo el visionado de esta hermosa película que trata los temas habituales del director: el arte, la luz, el silencio, la moral, o, en otras palabras, la Belleza. La historia es simple: dos chicas se conocen de casualidad en una campiña francesa y se vuelven grandes amigas, lo que las llevara a vivir juntas en Paris mientras una de ellas acaba sus estudios de arte plástico. Pero claro, sabemos que en Rohmer la anécdota no es nada, apenas una excusa para filmar rostros, amaneceres y calles vacías. La obra se estructura en cuatro actos (esas cuatro aventuras del título) y la más poderosa es la inicial, titulada La Hora Azul. Como en el Le Rayon Vert, Rohmer toma un fenómeno de la naturaleza como metáfora de su relato, reafirmando su cualidad impresionista. La Hora Azul es ese momento del día en que los animales de la noche se duermen y los animales de la mañana aun no se han despertado, un instante de silencio absoluto. El resultado es una soberbia pieza cinematográfica, llena de terror y de belleza, o quizás con el foco puesto en ese momento en que la belleza es tan poderosa que produce cierto pánico.

Las tres siguientes historias transcurren en Paris, y lo primero que impresiona es el deliberado amateurismo que se desprende de la cinta, el desparpajo por utilizar actores que no actúan del todo bien y por ubicar la cámara en la calle sin pedir permiso. He leído luego que Rohmer filmo la película mientras buscaba locaciones para su obra maestra, la mencionada Le Rayon Vert, y eso no hace más que reafirmar su genio. Por otro lado, a título personal, desprecio esa apología, común en la peor critica, del profesionalismo en el cine, y me agrada ver una obra viva, que se admita construcción ficcional, que no tenga miedo en mostrar sus costuras. La autenticidad que se desprende de cualquier película de Rohmer es clave para la elevada consideración que tengo sobre su obra, y Quatre Aventures derrocha autenticidad y amor al cine en cada uno de sus fotogramas.

Las historias parisinas oscilan entre el dilema moral y la simple humorada, aunque sobre el final vuelve el tema del silencio y de la expresión, conflicto central no ya del filme sino del ser humano; la distancia entre aquello que se piensa y aquello que logra expresarse es siempre abismal o, como diría Lou Reed, between tought and expression lies a lifetime.

Las actuaciones de Joelle Miquel y de la hermosa Jessica Forde están perfectas y, como en las compañías fordianas en las que Ward Bond siempre cumplía algún papel, aquí vemos actores clásicos de Rohmer haciendo bolos y papeles secundarios con una risa contenida. Quatre aventures es una obra menor dentro de la filmografía del director, aunque resulta valiosa porque se trasluce lo bien que la han pasado detrás de cámara, la infinita felicidad que produce hacer y pensar en cine. Eso es algo que en las películas contemporáneas, aunque parezca una locura, es muy difícil de encontrar.

JPS

2 comentarios:

  1. Curiosamente, La coleccionista y Reinete y Mirabelle son mis pelis preferidas de Rohmer. Y de acuerdo, Jessica Forde es hermosísima!
    Muchos de esos actores que no actuan bien, son simplemente personajes reales del lugar donde se filma,no son actores. Simplemente Rohmer los utiliza para documentar las costumbres del lugar.

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  2. Si, se entiende eso, por eso el personaje del mozo es tan bueno.

    Saludos!

    JPS

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