domingo, 26 de agosto de 2012

The Miracle Worker de Arthur Penn (1962)

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Adaptación de una obra teatral de William Gibson, The Miracle Worker comparte rasgos de estilo con otras películas contemporáneas como The Night of the Iguana de John Houston o Long Day’s Journey Into Night de Sidney Lumet, ambas adaptaciones de sendas obras teatrales, ambas influenciadas por la sobre estimada A Streetcar Named Desire de Elia Kazan. La dramaturgia americana pasaba entonces por un extraordinario momento y era recurrente adaptar a pantalla obras de Tenesee Williams, Eugene O’Neil o Reginald Rose. Creo que de toda esta avanzada teatral solo perdura como clásico 12 Angry Men de Lumet, quizás porque su conflicto central es ético; en todas las demás encuentro rasgos de pesado barroquismo y una visión de la sexualidad y de la familia ingenuamente freudiana o banalmente transgresora, en momentos en que comenzaba a nacer ese concepto de marketing que hoy llamamos juventud.

The Miracle Worker transcurre a inicios del siglo XX en el sur de Estados Unidos, en el seno de una familia aristocrática y religiosa, no exenta de algún rasgo de racismo. La familia trae a luz a una hermosa bebe llamada Helen, que nace ciega, sorda y muda. La incapacidad de sus padres para comprender el conflicto de la niña hace que esta se vuelva violenta y caprichosa y que la convivencia en la casa se vaya tornando insoportable. Cuando están a punto de internarla en un instituto para enfermos mentales, surge la figura de Anne Sullivan, una joven mujer, prácticamente ciega, a quien contratan para que saque a la niña de su oscuridad.

Por momentos el estilo de dirección de Penn hace todo lo posible para arruinar la película. Su barroquismo y su efectismo visual atentan contra el fluir de la narración; su “apología de las emociones”, compartida por otros directores de su generación, ha envejecido tristemente junto con sus llantos y sus desaforados gritos. Sin embargo, The Miracle Worker se sostiene a pesar de sus errores por dos elementos centrales: su elenco y su conflicto central. Las actuaciones de Anne Bancroft como Anne Sullivan y de Patty Duke como Helen son impresionantes y exceden con creces el cliché de ganador del Oscar aun cuando ambas merecidamente lo obtuvieron. La acción física que llevan a cabo en la película es asombrosa y solo por este apartado el film es digno de no ser olvidado. Por otro lado, a pesar de que cierta crítica incluyo al film en el despreciable genero de lucha contra la adversidad, la película excede con creces esta acotación porque comprende que el problema central de la pequeña Helen es su carencia de lenguaje. Solo somos humanos si poseemos lenguaje y la lucha de Anne por otorgárselo es en verdad conmovedora. Esta línea argumental está contada con mucha inteligencia y logra momentos de una belleza misteriosa y sublime. Con riesgo a adelantar algo de la trama, la secuencia en que Helen comprende la idea, en apariencia simple, de  que la palabra water designa a ese liquido del que surge la vida, es inolvidable.

El lenguaje es el rasgo humano distintivo y solo a través de el podemos llorar o reír. The Miracle Worker logra exhibir cuan complejo y cuan simple es comprender el funcionamiento y la necesidad del lenguaje y es entonces que, a pesar de sus defectos coyunturales, se erige como una gran película.

JPS

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