jueves, 23 de agosto de 2012

Gertrud de Carl T. Dreyer (1964)

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Gertrud lleva a su grado maximo de concentracion todo eso que uno aprecia del cine escandinavo y del sentir nordico en general: la asfixia, la angustia, los sentimientos expresados con la frialdad del hielo sueco. Dreyer construye una pelicula simple en su apariencia pero compleja e infinita en su puesta en escena pensada hasta el ultimo detalle, con lineas rectas y circulares expresando las emociones gelidas de sus personajes y una fotografia que lleva al limite las posibilidades del blanco y negro. El cine de Dreyer no es un cine azaroso, abierto a la contingencia, sino la lenta y conciente elaboracion de una arquitectura que no deja ningun detalle librado a a la suerte, quizas porque no hay suerte sino un destino que siempre es fatal. 

La historia de Gertrud es simple y tiene un tono folletinesco que en manos de otro director podria haberse vuelto banal. La protagonista, como Emma Bovary, esta casada con un hombre a quien no ama mientras vive un romance prohibido con un musico joven y talentoso. Aparece tambien, tratando de recuperar su amor, un poeta lauerado que hace mucho tiempo fue su pareja. Gertrud no logra conciliar su vision platonica del Amor con su mera condicion humana y en esa escicion alcanza una trascendencia que la vuelve una suerte de angel caido. Los personajes masculinos son falibles y se guian por un deseo que es imposible de satisfacer, Gertrud en cambio lucha por aproximarse a ese ideal que sabe inalcanzable y en esa lucha se esconde su caracter cuasi sacro. La pelicula es enganosa y no da respuestas sino que genera una serie de preguntas que ponen en conflicto una y otra vez su propia logica.

Dreyer filma escenas teatrales,  planos secuencia de larga  duracion, crea un cine personal basado en el movimiento de las figuras sobre el cuadro, en la puesta en escena, y no mediante el corte. Todo es muy artificial, las direcciones de miradas, la luz, la extrema atencion en el detalle, la intencion de narrar mediante objetos-simbolos, pero el espectador ingresa a ese codigo (a ese sueño, para utilizar un termino menos tecnico) y todo fluye con pasmosa naturalidad, lo que demuestra cuan grande es Dreyer. Como dijo en una de sus cartas Gustave Flaubert: el objetivo del arte no es hacer reir ni hacer llorar sino obrar como la Naturaleza, es decir, hacer soñar. Gertrud no es ni mas ni menos que un confuso, misterioso y bello sueño.

JPS

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