lunes, 10 de noviembre de 2014

Reimon de Rodrigo Moreno (2014)



Reimon es el nombre que los dueños de casa le dan a Ramona, la empleada doméstica que limpia y cocina mientras ellos leen en voz alta El Capital de Marx. Moreno se propuso hacer una película sobre las condiciones del trabajo en el siglo XXI apelando a un texto del siglo XIX cuya vigencia es en verdad asombrosa, aunque, siendo argentinos, el tema que se impone es el de siempre: el temido Otro, ese sujeto esquivo que el director eligió filmar con distancia, como si admitiera su fracaso de antemano, una mirada inteligente y respetuosa pero, aún así, fallida, que sigue dejando a ese otro en penumbras mientras ilumina,  por contrapunto, las limitaciones intrínsecas de la clase media a la que el propio director pertenece.  

La construcción de Ramona no se da mediante la psicología o la emoción, todo aquí esta planteado a partir de la condición de clase, ella balbucea y murmura pero nunca habla, sólo trabaja, incluso cuando cocina para su familia en la escena inicial. La vemos viajar, la vemos caminar, la vemos ordenar muebles, bibliotecas y estantes, y en esa escenas está lo mejor del filme, quizás porque Ramona, sin saberlo, desnuda con sus acciones silenciosas esas limitaciones burguesas que mencioné antes. El punto es que, tal como dijo en la charla previa al film, Moreno quiso romper el estereotipo y mostrar a su personaje maquillándose y escuchando a Debussy, algo que en verdad no hace más que reforzar sus prejuicios: el director no tiene idea de quién es o cómo es su personaje. Esto no es algo malo por sí mismo, pero transforma a Reimon en la crónica de un fracaso que, aunque se explicite y se comparta, no deja de ser eso, un fracaso. Cuando Moreno filma a sus pares de clase media éstos hablan, cuando filma a sus personajes de clase baja mueve la cara erráticamente por sus rostros, sin prestarle atención al diálogo, sin saber qué mirar ya que, en verdad, no lo sabe. 

Es cierto, es mejor ver Reimon que casi cualquier película que uno pueda encontrar en el cable, pero cuando termina uno siente que ese Otro, el de Echeverría y Borges, el de Sarmiento y Martínez Estrada, se va en colectivo hacia el conurbano sin haber dejado una sola pista. 




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