martes, 20 de noviembre de 2012

Popiól i diament de Andrzej Wajda (1958)

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Durante la noche del 8 de mayo de 1945 los polacos se embriagan celebrando el fin de la ocupacion alemana pero, en su borrachera, parecen incapaces de vislumbrar que es lo que les depara el destino. Luego del horror nazi llegaria una larga y nefasta ocupacion sovietica que se prolongaria hasta 1989, dejando al pais en la miseria y el atraso. Quien encarna y, por lo tanto, sufre estas contradicciones es Macieck Chelmicki, un joven soldado que trabaja para la resistencia al avance comunista menos por conviccion ideologica que por un afan romantico de aventuras. A lo largo de un dia y su noche seguiremos el recorrido del personaje entre las ruinas de Polonia y la mirada moderna y algo barroca de Wajda. 

Macieck tiene una mision: asesinar a Szczuka, el secretario general del Partido Comunista local. En prinicipio fracasa y mata por error a dos jovenes inocentes, luego va hacia el hotel en el que se aloja el dirgiente para terminar su tarea. No vemos remordimiento en el, con su aspecto de heroe juvenil divaga y erra en el claroscuro de la pelicula buscando un sentido que por fin aparecera en la figura de la bella Krystyna, la mesera del bar del hotel. Las miradas se cruzan y el amor nace mientras todos alrededor cantan, bailan y festejan el fin del nazismo.  Con la llegada de Kryztyna, Macieck se transforma, como si subitamente cobrara humanidad conoce la culpa y comienza a cuestionar su trabajo como sicario. La muerte de aquellos dos jovenes lo persigue. Incapaz de luchar contra su destino, la tragedia para el y para su pais es inevitable.

Wajda se deja influir por los grandes directores de su tiempo, se permite la modernidad en un pais que estaba en pleno proceso de renovacion tras la guerra y en esta, su opera prima, se puede sentir el aliento de Orson Welles, Ingmar Bergman y Josef Von Sternberg. La iluminacion y la puesta en escena son barrocas y desaforadas, la pelicula parece un recuerdo de aquella noche clave en la que el  sueno se convierte en pesadilla. Los simbolos aparecen y, aun cuando en ocasiones parecen algo forzados, no dejan de darle al filme un sentido poetico que va construyendo lentamente no una realidad sino una vision de lo real que resulta emocionante. Las sombras, los rostros, los movimientos de las figuras sobre el plano, los bailes bajo la luz del amanecer, todo el movimiento de la pelicula aparece entre la inmovilidad del inicio y la del final, un destino anunciado y conmovedor que convierte a Macieck en el gran heroe tragico de la historia (del cine) de Polonia.

JPS

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