martes, 24 de enero de 2012

Dog Day Afternoon de Sidney Lumet (1975)

El banco es el alma de esa corporación estatal llamada Estados Unidos, el organismo que vuelve realidad el sueño americano para el famoso individuo ambicioso que quiere crecer con su pequeña empresa. En algún momento de la historia esos mismos bancos revelaron su lado siniestro, oculto bajo montanas de publicidad, y dejaron en la calle a miles de personas. En este contexto, y a pesar de la banalidad de las drogas psicodélicas, la contra cultura de los sesenta tuvo algún sentido al manifestar que las corporaciones son el verdadero enemigo, mucho más que los políticos o la policía, meros títeres de los primeros. En Dog Day Afternoon (basado en una historia real) este debate se escenifica: un inmigrante homosexual ingresa armado a un banco para pagarle una operación de cambio de sexo a su pareja y está claro que peleara una batalla que no podrá ganar. Sin embargo, ya desde Carlyle sabemos que todo acto humano es deleznable excepto su ejecución, y quizás en esa batalla se exprese el necesario grito desesperado de una generación desesperada.

Sidney Lumet alcanzo la perfección con su primera película, 12 Angry Man, que comparte con esta varias características: una unidad temporal limitada, un argumento que es también un debate moral y un inquebrantable humanismo que exhibe lo inhumano de ciertos hombres e instituciones. La impericia de los improvisados ladrones interpretados por Al Pacino y el siempre genial John Cazale hace que la película, a pesar de ser una tragedia, tenga momentos de comedia pura, como aquel en que Pacino le pregunta a Cazale a qué lugar del mundo quisiera ir con el dinero que tendrán, a lo que este responde: Wyoming. Se nota en la película la intención del director de improvisar varias escenas, de hacerle sentir al actor-personaje de Pacino la angustia que crece con la sucesión del tiempo. La película es por momentos algo episódica, atrapada como el protagonista en el banco, y creo que aun cuando escapa de las formulas narrativas de Hollywood reitera una y otra vez un esquema que va perdiendo efectividad. De todos modos, una película de Lumet (al igual que las brillantes pero irregulares The Pawnbroker y The Long Journey From Day Into Night) siempre tiene grandes escenas y una profunda autenticidad e inteligencia que la vuelve un testimonio brillante de una época del mundo y del cine.

La preciosa secuencia inicial, con imágenes de NYC al amanecer, exhibiendo la rutina diaria de la ciudad y los movimientos abstractos de los hombres y las maquinas, funciona como marco para comprender al personaje principal y también para que a partir de este comprendamos a esos anónimos que todos los días emprenden un viaje hacia ese sueño que parece acabar en Wyoming.

JPS

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