lunes, 20 de octubre de 2014

Historias Extraordinarias de Mariano Llinás (2008)



Vuelvo al blog luego de algún tiempo ausente para compartir mis impresiones acerca de Historias Extraordinarias, el film de Mariano Llinas. ¿Por qué hacerlo? ¿Por qué agregar más palabras a la fútil discusión? Es difícil responder esa pregunta sin sentirse un completo idiota así que evadiré la respuesta y el conflicto intrínseco que supone. 

En la presentación a la que asistí estaba Llinás en persona y su excesivo peso, su excesiva altura, su excesiva verborragia y su camisa sucia fueron precisos presagio de aquello que sucedería luego, en algún momento de las 4 horas de duración de su película. Podría decir, claro, que con su película Llinás quiso hacer tal o cual declaración en el campo cultural y cinematográfico de su época pero prefiero evadir tales nimiedades, el tiempo borrará las discusiones laterales y el único testimonio cierto seguirá siendo la película en sí misma.  

Historias Extraordinarias es una exploración acerca de los mecanismos de la ficción. La ficción sucede porque alguien tiene la voluntad de contar, voluntad que surge por la primitiva necesidad humana de darle un sentido al mundo que lo rodea. En los principios no existía algo así como una ciencia histórica, lo mitológico y lo real se confundían en narraciones sobre dioses, reyes y guerreros que encarnaban la visión de todo un pueblo. La historia surgió después, cuando la gente dejó de creer en los mitos, cuando el entretenimiento apareció como un valor en sí mismo. Historias Extraordinarias, mucho más humilde, condenada a ser contemporánea, apenas si expone el imaginario del propio Llinas, quizás kafkiano, quizás borgeano, más cercano a las pesadillas luminosas de Bioy Casares. Pero si Borges establecía en Biografía de Tadeo Isidoro Cruz una visión de la literatura y una visión del país, Llinás parece más enfocado en hacer declamaciones sobre las posibilidades del cine, evita vincularse con la tradición y su película se queda en la indagación intelectual, por momentos necesaria, por momentos ridícula. Escaletas de posibles largometrajes se presentan, se narran con una omnipresente voz en off en planos simples, y la sensación es que la película no necesitaba de imágenes, que podría prescindir completamente de ellas, que los planos son decorados para representar con desdén la arrasadora idea madre del film: la ficción no es el resultado de una construcción silenciosa y centenaria sino una máquina creada por un universitario suficientemente culto.

Leo con estupor alguna crítica que considera a HE un film de aventuras. Decir tal cosa es una aberración: para que haya aventura se necesita un héroe, alguien con quien identificarnos, y eso nunca sucede . Los personajes, mediocres, no generan mayor empatía, jamás logran respirar y, aplastados por la omnipresente máquina narrativa, son sólo letras sin humanidad, piezas en el mapa conceptual que es la película. Así su larga proyección se vuelve, por momentos, una tortura silenciosa, y aunque la película apela a toda clase de recursos para sostener la atención está condenada desde el inicio porque fracasa en el fin último de una pieza artística: generar emoción.


No hay comentarios:

Publicar un comentario