Hace algunos dias encontre en INCAA TV la opera prima de Szifron, que habia visto mucho tiempo atras y de la que practicamente no recordaba nada. El film abunda en defectos pero tiene algunas escenas brillantes y esta irregularidad no deja de hacer del director una figura central de ese cine argentino que nunca pudo desarrollarse, atrapado entre el exito facilista de “las peliculas de Darin” y el snobismo provinciano del BAFICI.
Ezequiel es un estudiante de arquitectura algo obsesivo y detallista, caracteristicas de su personalidad vagamente desarrolladas en una escena en la que pide queso blanco y tostadas para el espectador, no para los otros personajes, una situacion en la que las costuras del argumento se evidencian y que, por otro lado, no dejan de ser innecesarias ya que, como veremos, no hay mayor necesidad de que el personaje sea obsesivo y detallista. En un primer plano algo excesivo nos narra que desconfia de su novia, interpretada por Dolores Fonzi, y sorpresivamente decide visitarla a su departamento. La escena es aparentemente banal, ella esta elusiva y triste, llora sin sentido y Ezequiel la sigue buscando, aferrarandose a una relacion que se sabe muerta. Sin respuestas, sentado en la cama, ve que una mano masculina lleva bajo el colchon un zapato negro El joven, en lugar de pelearse, decide irse del lugar, incapaz de enfrentar su peor miedo. La escena es muy buena, esa mano intrusa, sin rostro, es la manifestacion fisica de la muerte, la caida por el pozo negro de Alicia, el fin.
Ezequiel, impotente, se queda en la puerta del edificio esperando la salida del sujeto, un desagradable y gracioso Gustavo Garzon. La larga secuencia en la que Ezequiel persigue al amante de su novia, ambos en automovil, es preciosa y constituye el corazon del film. Szifron crea un suspenso enrarecido: no se trata de un objeto de deseo (Kimmy Stewart siguiendo a Kim Novak) ni de una mision de esponaje (Jack Nicholson en Chinatown), es simplemente la busqueda banal de una explicacion lo que mueve a un personaje que nunca deja de ser un verdadero cobarde. Es comun ver una nueva ola de directores jovenes criados en hogares de clase media, fetichistas del comic y de Alf, que lejos de la vieja virilidad de Ford o Ray ven a la figura femenina como el secreto premio que obtendran cuando la gente note que no son unos perdedores timidos sino unos secretos genios. El indie, el cool, I Sat, representan el nicho de consumo de los seres de esta naturaleza post moderna, el arquetipo real que explica que, en la ficcion, Ezequiel no saque de la cama a Garzon y le destruya bien la cara para tener luego algo de buen sexo brutal con el personaje de Dolores Fonzi. Esta falta de valentia esta, sin embargo, bien lograda y, como hemos dicho, tiene un poderoso eco en lo real.
Cuando esta falsa persecucion acaba y se diluyen sus logros tanto narrativos como fotograficos (es destacable la bella manera en la que esta filmada Buenos Aires), el film muere pero Szifron lo prolonga algunos largos minutos mas, con explicaciones y metaforas sin demasiado sentido. No se entiende muy bien cual es la justificacion de esta idea sobre el mar que abunda en la pelicula, se trata de una metafora infantil y molesta que diluye el sentido. Tampoco ayuda la larga explicacion del personaje de Fonzi del final, una escena innecesaria y mal filmada que no realiza ningun aporte y que destruye la subjetividad sobre la que se construye la obra.
“El fondo del mar” prueba que Szifron es un director de talento que quizas deba dejar de ser Ezequiel para transformarse en el personaje de Garzon. Este doppelganger narrativo no termina de construirse pero, de manera torpe, la escena final intenta hacernos pensar que hubo un crecimiento, un traspaso de energia. Como el director se identifica con Ezequiel, el film posee todos los defectos de su personaje principal.
JPS
Lo bueno de esta peli es que por primera vez Hendler no actúa de judío, como suele armar sus personajes el sionista nefasto de Burman.
ResponderEliminards.