miércoles, 2 de mayo de 2012

Decision at Sundown de Budd Boetticher (1957)


Los mejores westerns de Boetticher son piezas de aritmética, discusiones filosóficas sobre la previsibilidad de determinadas conductas ante determinadas situaciones, en los que el villano y el héroe son idénticos en todo excepto en la decisión última, esa línea invisible que distingue el bien del mal. Estas elucubraciones intelectuales quizás trasciendan las intenciones del propio Boetticher, quien sabe, pero en todo caso cualquier obra artística que admita este nivel de interpretación es seguramente extraordinaria, y todos los westerns de Boetticher que he visto (Seven Men From Now, Comanche Station, The Tall T) lo son.

A diferencia del resto de sus películas del llamado ciclo Ranown, Decisión At Sundown no es la historia de un viaje sino del fin del mismo, y comienza con la llegada de Bart Allison y su fiel ladero Sam al pueblo de Sundown el mismo día en que el hombre a quien desea matar, Tate Kimbrough, contrae matrimonio con la bella Lucy, hija de un mediocre empresario del lugar. No veremos entonces un traslado a la manera épica sino una detención del movimiento, una tensa quietud en la que se resolverá el conflicto que separa a Bart y a Tate y que tiene que ver, sorprendentemente, con una mujer. Este quizás sea el elemento más interesante del film: en la mayor parte de las películas del género, la mujer es un elemento secundario y lateral, y en ningún caso el héroe o el villano motivaran alguna de sus acciones por lo que una mujer haga o deje de hacer. Sin embargo, en Decision At Sundown, el personaje de Scott tiene el corazón roto y busca durante años a Kimbrough para vengar que este se haya acostado con su esposa. Esta venganza se hace más compleja cuando su amigo Sam le explica que su mujer era una puta y que lo que sucedió fue tanto culpa de ella como de Tate. Bart no oye razones y su obstinación ciega es también una dolorosa manera de conservar su hombría. Mientras tanto, su presencia en Sundown revoluciona el pueblo, que buscara escapar del yugo al que ha sido sometido con la llegada de Kimbrough.

La puesta en escena característica de Boetticher es simple y cristalina, y prescinde sabiamente de todo artificio visual para concentrarse en la acción y en sus personajes. Sobre el film sobrevuela un encantador espíritu de camaradería y virilidad, con algunas inolvidables frases fatalistas (Doctor, si hubiera atendido un bar tanto tiempo como yo ya no tendría ninguna fe en el hombre) y un elenco de tipos humanos muy divertido. Cabe decir que la película está más cerca de la comedia que de la épica del oeste, sobre todo porque su personaje principal va perdiendo lentamente su impostura de hombre rudo para transformarse en un galán despechado y alcohólico, recordando aquella sentencia shakespereana sobre las diferencias entre lo tragico y lo comico. Esta inclinación hacia la comedia hace de la película un raro experimento y, si bien Decision At Sundown no alcanza la dignidad y la belleza de otras obras del director, es de todos modos una experiencia de enorme placer cinematográfico.

JPS

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