lunes, 2 de abril de 2012

Le Havre de Aki Kaurismaki (2011)

Nada más despreciable en el arte que el barroquismo, el manierismo, la estilización como recurso. El arte debería imitar a la naturaleza y revelar en un soplo de inspiración algunos de sus infinitos misterios. Lo supo Hitchcock y por eso sus primeros planos de Ingrid Bergman mirando a Cary Grant son inolvidables, lo supo Buñuel y en la pesadilla de Los Olvidados no hizo más que emular los horrores de las pesadillas infantiles, lo supo Linklater y en Slacker se concentro en la irrealidad que rodeaba como un sueño su pequeño lugar en el mundo. No se debe confundir el amor por la Naturaleza con el realismo, el realismo es una farsa inventada por las ciencias sociales, ese grupo de mentiras que comenzó combatiendo el sistema y hoy es su mejor cómplice. El amor por la Naturaleza tiene como fin olvidar el ego y concentrarse en las pequeñas magias que nos rodean, contemplar la belleza y emularla con esa dignidad que es tan humana. Lamentablemente, en el cine post moderno (nadie sabe definir aun que es el posmodernismo) esto está muy mal visto. Europa es una región moralmente decadente, llena de culpas y de horrores sepultados que persisten como malos sueños, y por ende sus intelectuales filo nazis o anti nazis (es lo mismo) creen que lo clásico es un error, el anhelo de una civilización muerta. Es curioso, para combatir la decadencia pretender premiar la decadencia del arte en lugar de apostar por un regreso a su gloria. Por otro lado, no ven que el pueblo, esa abstracción que desdeñan, consume en toneladas cuentos que ya no son clásicos sino parodias estúpidas del clasicismo. Festivales como Cannes son ecos de una larga culpa, celebraciones del periodismo y no ya del arte, donde los horribles Dardenne o su equivalente mexicano Trapero son considerados grandes artistas. ¿Quién quiere ver esa enorme estupidez que es Funny Games de Haneke? ¿A quién le interesa la basura de Lars Von Trier? ¿Quien cree en la catarata de violencia estúpida de Gaspar Noe? Nadie con un dejo de optimismo, nadie con fe en la belleza. Incluso aquellos cineastas periféricos que llegan con sus pequeñas operas primas valiosas son captados por la lógica europeizante y acaban con su carrera: Lucrecia Martel, Lisandro Alonso, Hong Sang Soo, Wong Kar Wai y, ahora, Aki Kaurismaki, que entrega su mayor fiasco, una coproducción con 90 países, todos europeos, donde se trata el tema de la inmigración, los negros, los europeos, la guerra, y un montón de otras noticias que se pueden leer en los diarios. En el medio queda la voz perdida de un autor que intenta subsistir en esa atmosfera viciada de co producciones con rasgos de estilo muertos que nada tienen que ver con sus mejores películas: color saturado en un par de escenas, actuaciones frias en otras, ambiente de teatro barato, etc. Le Havre es una basura sin atenuantes, los críticos la consideran genial con argumentos irracionales llenos de razonamientos y el programa más visto de Telefe es Dulce Amor.

JPS

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