viernes, 30 de marzo de 2012

The Violent Men de Rudolph Mate (1955)

Desconocía la existencia de Rudolph Mate, director de fotografía devenido en director que compartió época con otros realizadores notables y quedo relegado a un segundo plano en ese largo melodrama que llamamos historia. The Violent Men es un western que oscila entre la grandeza y la anécdota, aunque para un fan del western no deja de ser una experiencia de entretenimiento puro.

En principio, el elenco es extraordinario, con el siempre subestimado Glenn Ford como protagonista, junto a los legendarios Edward G. Robinson y Barbara Stanwyck. No sé cuantas cosas más se pueden decir acerca de Robinson, era un actor inmenso y conmovedor que sabia darle integridad a cualquiera de sus personajes, uno de los más grandes de Hollywood en toda su historia, sin dudas. Stanwyck, por su parte, está aquí algo atada el estereotipo que debe componer y no tiene la suficiencia para aportarle matices, aunque ya desde Double Indemnity es imposible no disfrutar su presencia en pantalla. Por último, Glenn Ford y su rostro sin gestos son un placer cinematográfico que solo aquellos que han visto The Big Heat saben comprender.

La trama de The Violent Men está llena de giros y sorpresas. A diferencia de las obras maestras de Ford, en las que el argumento fluye naturalmente y sin torpeza, aquí hay ciertas trampas de guion que afectan un resultado final que oscila entre el estilo grandioso de algunas escenas y la resolución burda de otras. La película cuenta la historia de Wilkinson, un estanciero poderoso interpretado por Robinson que planea comprar por la fuerza todas las estancias a su alrededor para trazar un monopolio ganadero. El único capaz de negarse a tal imposición es el ex soldado de la guerra civil John Parrish (Ford), que en su obstinada y digna lucha perderá todo lo que tiene. A lo largo de la película se va revelando el secreto que se esconde en el imponente rancho de los Wilkinson, en el que vive el viejo junto a su mujer (Stanwyck), su hija y su hermano.

El film no le teme a la violencia y es, en ese sentido, mucho más explicito que los western populares: hay asesinatos, incendios, fusilamientos, y toda clase de maltratos que harían las delicias del público de la época. La primera parte de la película, cuando se plantean los conflictos, es muy buena, los personajes se presentan con fluidez y verosimilitud, a través de una bella e imponente fotografía en CinemaScope en la que los escenarios desérticos se ven en toda su inmensidad. Pero luego, promediando la mitad de la película, el guion se hace más fuerte que el drama, y debería citar aquí al gran Yazujiro Ozu que dijo alguna vez yo filmo drama, no accidentes. Hay muchos accidentes en The Violent Men, personajes que cambian de un segundo a otro y decisiones apresuradas que atentan contra una historia que podría haber sido muy rica y que, a pesar de sus defectos, tiene planteamientos muy interesantes sobre la manera en que la violencia y el poder están atados a la historia de Estados Unidos. El western es épico y esta película cae en el melodrama familiar, en la tragedia pseudo shakespereana que tiene más relación con la mala televisión que con el gran cine.

En este espacio solo escribo sobre películas que me gustan o me resultan interesantes, las películas malas no merecen ni la menor atención. Y si The Violent Men figura aquí es porque, aun estando lejos de los clásicos de género de Mann, Boetticher o el mencionado Ford, tiene una nobleza que la sostiene a pesar de sus defectos.

JPS

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