Estamos ante una película con una despreciable mirada sobre la mujer, un filme conservador que va en perfecta sintonía con el momento de Estados Unidos en que se produjo, con la clausura de los movimientos juveniles de los setenta y la larga sombra del republicano Ronald Reagan acechando en el horizonte. Su éxito descomunal, su perfecta sintonía con su época, explica a la perfección el giro derechista de la sociedad americana y, a su vez, el auge del divorcio como fenómeno social de la clase media.
Si lo pensamos desde el punto de vista de una mujer, la película es poco menos que insultante. Las ambiciones de vida del personaje interpretado por Meryl Streep están banalizadas y asociadas a un problema de inestabilidad emocional y falta de consistencia como persona. Es decir, intentar ser algo más que una simple ama de casa es casi un delito que termina, literalmente, con ella dando explicaciones a un abogado durante un largo juicio. Por otro lado, la película crea una situación de abandono del hijo arbitraria y algo injusta hacia la esposa, un recurso de guion que es también un golpe artero hacia su condición de mujer. Y, como para rematar el sexismo, a pesar de las peleas y los maltratos, ella no puede dejar de sonreír como una tonta cada vez que su pareja le dice que está muy linda.
Si por un segundo quisiéramos pasar de largo todo lo anterior, encontramos una película sostenida por la actuación memorable de Dustin Hoffman, una puesta en escena efectiva que crea un realismo urbano necesario para comprender la acción y la maravillosa luz de Nestor Almendros, seguramente el punto más alto de Kramer vs. Kramer. La historia, narrada con esa agilidad tan americana, narra la lucha de un padre por mantener cerca a su hijo, la transformación de un hombre de negocios en padre devoto, como si ambas posibilidades estuvieran en flagrante contradicción. La escena más bella del filme es aquella en que Hoffman le ensena a su pequeño hijo a andar en bicicleta, hay algo vivo ahí, un soplo de vida en el desierto de una calculada trama no exenta de ciertos golpes bajos.
Ademas de Hoffman, vale mencionar el trabajo de Jane Alexander, quien interpreta a una vecina con quien el personaje de Hoffman entabla una amistad y cuya actuación le da una conmovedora dignidad al personaje. Es fama que Hollywood basa toda su maquinaria narrativa en las actuaciones, en esos primeros planos profesionales que, cuando enfocan grandes actores, funcionan a la perfección. No conozco la obra de Benton pero aquí su pericia rítmica es envidiable. Como dije antes, la película falla por su insólita mirada sobre la mujer, en su tendencia conservadora y sexista que deshumaniza un conflicto que podría haber sido muy humano y genuino. Esto no importo mucho al jurado de los Oscar, que relego a Apocalypsis Now para premiar al producto oscarizable que es Kramer vs. Kramer. Otra vez, cuestión de época.
JPS
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